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ELECCIONES GENERALES Y REFORMA POLÍTICA/ELECTORAL

Publicado: 2020-06-25

¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Es la pregunta que abre el libro escrito por el profesor de Ciencia Política, Adam Przeworski (Editorial Siglo Veintiuno: 2019). En este libro, el autor resume en qué consisten las elecciones: «Elegimos a nuestros gobiernos por medio del voto. Los partidos proponen políticas y presentan candidatos, nosotros votamos; según reglas preestablecidas, se declara un ganador, este ocupa su cargo y el perdedor se va a su casa. A veces hay fallas en el sistema, pero por lo general el proceso funciona sin sobresaltos. Durante unos años sus integrantes nos gobiernan y luego tenemos la opción de decidir si los prorrogamos en sus cargos durante otro periodo o bien si echamos a esos canallas». 

Asimismo, el profesor profundiza el análisis respondiendo dos de las preguntas más complejas que tanto el Derecho Constitucional como la Ciencia Política han intentado resolver. La primera: ¿Por qué deberíamos valorar las elecciones como un método para decidir quién y cómo van a gobernarnos? Y, la segunda: ¿Cuáles son los límites de las elecciones?

Sobre la primera, el autor señala que «el mayor valor del mecanismo eleccionario (...) basta para que lo apreciemos, es que al menos en ciertas condiciones nos permite procesar con relativa libertad y paz civil los conflictos que surgen en la sociedad: previene la violencia». Al fin de cuentas, precisa el profesor, «las elecciones son apenas un marco dentro del cual las personas en cierto modo iguales, en cierto modo efectivas, hasta cierto punto libres pueden luchar en paz para mejorar el mundo de acuerdo con sus diferentes visiones, valores e intereses».

Esto es, para el autor, una perspectiva “churchilliana”, de mínima intervención, una mirada que admite que las elecciones no son buenas, nunca son muy “justas”, resultan impotentes contra algunos de los obstáculos que enfrentan ciertas sociedades específicas y están lejos de concretar los ideales que las hicieron surgir y que todavía algunas personas sostienen como criterios para evaluarlas. Pero, subraya el profesor, «no existe otro método para elegir a nuestros gobernantes que funcione mejor».

Sobre la segunda, el autor parte por reconocer que «ningún sistema político puede otorgar total efectividad a la participación política de cada cual. Ningún sistema político puede lograr que los gobiernos sean agentes perfectos de la ciudadanía. En las sociedades modernas, precisa, ningún sistema político puede generar y sostener el grado de equidad económica que muchas personas querrían que prevaleciera. Y si bien el mantenimiento del orden civil y la no interferencia en la vida privada nunca coexisten de manera sencilla, ningún otro sistema político se acerca más a hacerlo».

He creído oportuno compartir ambas reflexiones, pues si reconocemos que la política, de cualquier formato y modalidad, tiene sus límites para configurar y transformar la sociedad, entonces asumiremos que reconocer estos problemas debe servir para dirigir y concentrar nuestros esfuerzos en identificar qué reformas (en este caso políticas/electorales) son posibles. Esto es relevante porque tanto en el Perú como en Latinoamérica, muchas de las reformas políticas/electorales no se implementan debido a que ponen en riesgo determinados intereses.

Ahora bien, tomando como referencia lo expuesto por el profesor Kevin Casas-Zamora, en la introducción del libro “Reformas Políticas en América Latina: Tendencias y Casos”, publicado por la Secretaría de Asuntos Políticos –ahora llamada Secretaría para el Fortalecimiento de la Democracia– de la Organización de Estados Americanos (OEA), considero oportuno compartir las reflexiones que el referido profesor formula sobre el proceso de reforma política en Latinoamérica.

En primer lugar, reconocer que cualquier reforma política necesita un diagnóstico del problema que busca resolver. En ese sentido, cualquier esfuerzo de ingeniería institucional (constitucional y legal) en una democracia liberal debe contestar, al menos, las siguientes preguntas: ¿Cómo hacer que el sistema político permita un grado adecuado de representatividad, es decir, que la mayor cantidad de opiniones e intereses sociales se vean reflejados en las políticas públicas? ¿Cómo asegurar que las instituciones políticas tengan la capacidad de responder con eficacia a las demandas sociales? ¿Cómo asegurar que el sistema político tenga válvulas de escape institucionales ante las crisis políticas? ¿Cómo asegurar que la arquitectura del sistema político sea estable, pero corregible si empieza a mostrar vicios o desajustes con la realidad?

En segundo lugar, reconocer que muchas de las reformas políticas que se hacen en Latinoamérica son una especie de colcha de retazos anexados en forma contradictoria y donde todo está pensado para resolver problemas de coyuntura. En otras palabras, la falta de razonamiento sistemático y el carácter coyuntural de los cambios están presentes en las experiencias de reforma política que se han llevado a cabo en el pasado reciente de Latinoamérica, generando graves inconsistencias en los sistemas políticos de la región.

En tercer lugar, reconocer que pese al discurso que nos dice que los partidos son esenciales, hay un debilitamiento sistemático de ellos y de los sistemas de partidos. Lo más preocupante es que por años se ha aplicado a nuestros sistemas políticos el supuesto bálsamo de personalizar la representación –por ejemplo, con los sistemas de voto preferencial y las candidaturas independientes–, pese a que no hay evidencia alguna que sugiera que con ello se ha robustecido la legitimidad de las instituciones democráticas. A ello debemos sumarle la entronización de un discurso populista anti partidos en diversos países de Latinoamérica.

En cuarto lugar, reconocer -como lo ha hecho la ciencia política, hace ya varias décadas- que la mezcla de sistemas presidenciales con sistemas de partido fragmentados era problemática para la democracia. Ese riesgo se magnifica cuanto mayor sea la dificultad que tenga el Poder Ejecutivo para construir coaliciones y mayorías legislativas. La advertencia de los politólogos no era vana: antes de la llamada tercera ola democratizadora, solo la democracia chilena sobrevivió por más de un cuarto de siglo (1932-1973) con ese esquema. En todos los demás casos, el resultado fue el colapso de la democracia. Entonces, los reformadores deben saber que la combinación de presidencialismo y multipartidismo es problemática y requiere de un esfuerzo de diseño institucional muy especial para administrar sus riesgos.

En quinto lugar, quienes impulsan la reforma, y también los medios de comunicación que informan sobre la misma, deben saber que toda reforma política tiene límites. Eso implica que, si bien las instituciones son muy importantes y moldean el comportamiento de los actores políticos y de la sociedad, “no todos los problemas políticos se solucionan con remedios institucionales” (aprobación o modificación de normas jurídicas). Del mismo modo, los reformadores deben saber que los cambios institucionales rara vez resuelven problemas derivados de la cultura política: el clientelismo, el autoritarismo, el patrimonialismo, la desconfianza institucional, entre otros.

Dicho todo ello, esperemos que el Congreso de la República, antes del mes de setiembre, fecha en la que vence el plazo para aprobar las reformas electorales que resulten aplicables a las Elecciones Generales 2021, apruebe, por lo menos, un paquete mínimo de reformas que optimicen la representación política en nuestro país: 1) Aprobando la Paridad y Alternancia en las listas parlamentarias. 2) Eliminando el voto preferencial. 3) Aprobando la Democracia Interna (un militante un voto con participación obligatoria de los organismos electorales) para la elección de candidatos presidenciales y congresales. Y, 4) Creando un distrito electoral propio para los peruanos residentes en el extranjero.

Nota: este artículo ha sido publicado en "La Ley. El Ángulo Legal de la Noticia", específicamente en el Blog "El Poder del Voto", según se aprecia en el siguiente link: https://laley.pe/art/9867/elecciones-generales-y-reforma-politicaelectoral


Escrito por

Rafael Rodríguez Campos

Abogado por la PUCP (Lima/Perú) Maestro en Derecho Constitucional por la UCLM (Toledo/España) Especializaciones en la UCLM y UNAM (México)


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